Monjas abusadoras: “Una mujer pederasta en un lugar de poder causa el mismo estrago que un varón”

SALTA (ARGENTINA)
El Diario AR [Palermo, Argentina]

October 23, 2022

By María Alicia Alvado

Así lo asegura la psicoanalista especializada en abuso sexual infantil Sonia Almada. Las religiosas denunciadas en Argentina representan el 4% del total: 6 de 128. Hasta ahora ninguna fue condenada.

De 128 casos de curas o religiosos abusadores denunciados con posterioridad al caso Grassi, solo 6, el 4,6 por ciento, son mujeres, lo que la psicoanalista especializada en abuso sexual infantil Sonia Almadaatribuye a las diferencias de género en la crianza, así como a la desigual distribución del poder dentro de la Iglesia, pero advierte que “una mujer pederasta en un lugar de poder causa el mismo estrago que un varón”

Contemporáneo al 20º aniversario del la investigación periodística que dio origen al Caso Grassi, resulta el segundo megajuicio por los abusos sexuales en el Instituto Próvolo para niños, niñas y adolescentes sordos que desde mayo del año pasado se está sustanciando en los tribunales mendocinos con la particularidad de que las nueve personas sentadas en el banquillo son mujeres, dos de ellas religiosas.

Las monjas que están siendo juzgadas en Mendoza, Kumiko Kosaca(46) y Asunción Martínez (53), integran la breve lista de las mujeres denunciadas por abuso sexual eclesiástico en las últimas dos décadas, junto a las religiosas Viviana Fleitas, María Alicia Pacheco, María Tellez Fajardo y Silvia Challú.

Habilidad para capturar a las “presas”

En el caso de Viviana Fleitas, su condición de presunta pederasta trascendió a partir de la publicación en 2014 del libro “Raza de Víboras”de la ex monja Sandra Migliore quien allí cuenta que la religiosa “tenía la habilidad de capturar a sus presas con un método infalible que consistía en hacerles sentir que eran lo más importante en su vida en ese momento, y que ese trato tan íntimo era exclusivo”.

María Tellez Fajardo, “Sor Marina”, y  Silvia Challiú, “Sor Silvia”, están acusadas de “abuso sexual reiterado gravemente ultrajante y agravado a cinco adolescentes de entre 12 y 17 años en un hogar de niñas en Boulogne. La causa ya fue elevada a juicio. María Alicia Pachecho fue detenida en 2016, en Salta, acusada por abuso sexual gravemente ultrajante. Cinco años después, el fiscal retiró la acusación porque la denunciante aseguró que ya no quería seguir adelante con la acusación.

“Si bien la pedofilia es una perversión, desde una mirada psicoanalítica la pederastia es una decisión, la de atacar a un niño y lastimarlo para siempre. Se da solo porque existe impunidad y desigualdad de poder. Tanto los hombres como las mujeres pederastas se ocultan y amenazan a sus víctimas para que callen”, dijo Almada en diálogo con elDiarioAR

Presidenta de la organización Aralma contra las violencias en la infancia, Almada publicó a principios de este año con gran repercusión el libro “La niña del campanario” dedicado al crimen impune y olvidado de una niña de 8 años violada y asesinada a mediados de los años ’70 dentro de la iglesia San Marcelo lindera al colegio de Don Torcuato donde la víctima cursaba el tercer grado.

“Ya sea provocada por un hombre o una mujer, la violencia sexual padecida en la infancia es atroz y la visibilización de estos casos hace que muchas más personas se atrevan a hablar”, dijo.

“Por ello nosotras desde Aralma y (la campaña) Derecho al Tiempo Argentina presentamos un proyecto de ley que exige, entre otros términos, la creación de una Comisión de la verdad para investigar estos crímenes sexuales padecidos en la infancia en todos los ámbitos”, agregó.

El proyecto en cuestión también propone que sean imprescriptibles los delitos sexuales contra menores y dejar de lado la expresión “abuso sexual en la infancia” para utilizar la más correcta “violencia sexual contra la infancia y/o violencia sexual”.

De éstas y otras cuestiones, Almada se explayó durante una entrevista con elDiarioAR.

De los 128 casos relevados de curas o religiosos abusadores denunciados con posterioridad al caso Grassi, solo 6 corresponden a mujeres, es decir, el 4%. ¿Qué reflexión te genera esta relación proporcional?

El abusador sexual puede ser de cualquier clase social, etnia, raza, religión, estado civil y nivel educativo. Se confirma en todos los estudios  que la mayoría de los agresores son hombres, a la vez que se reconoce una minoría relevante de abusadoras: el 86,6% son varones  y entre el 13 y 20% son mujeres.

Yo creo que  además de la estructura perversa de personalidad, tiene que ver con los estilos de crianza -hacia hombres y mujeres-, con el tipo de instrucción que se les da a los seminaristas y monjas, y con la total impunidad con la que hasta ahora se han manejado en ámbitos eclesiásticos y de culto. 

Hay menos mujeres pederastas que hombres y esas mujeres tienen menos posibilidades de obtener lugares de poder. Una mujer pederasta en un lugar de poder causa el mismo estrago que un varón, es decir ataca a los niños, niñas y adolescentes. La oportunidad, el desvalimiento es lo que alimenta esta forma de perversión, en términos psicoanalíticos.

¿Qué características tienen los casos de las mujeres autoras de abuso sexual eclesiástico?

El interés sexual por los niños, niñas y adolescentes presenta una gran dificultad a la hora de evaluarse y pensarse cuando la agresora es una mujer. En mi clínica me he encontrado con varios casos de adultos que fueron abusados sexualmente en su infancia por mujeres: monjas, celadoras,  niñeras, abuelas, tías, madres. La mayoría de las víctimas eran varones pero en espacios institucionales dirigidos por mujeres que alojan niñas y niños –como por ejemplo, hogares convivenciales, instituciones, internados-,  la violencia sexual estaba dirigida a la única población vulnerable, las niñas. Era solo una cuestión de oportunidad. 

Los relatos de los pacientes abusados sexualmente por mujeres son aún más confusos que los de los violentados por varones. Las formas de crianza hacen que esperemos que la violencia se desate por el lado de la masculinidad y no tanto por la femineidadUna mujer pederasta parece algo difícil de creer y soportar probablemente por el lugar sacralizado y también objetal donde se nos ha puesto a las mujeres: buenas, obedientes santas, o su contracara cuando no obedecemos, malas, putas, asesinas.

El adulto que recuerda la violencia sexual padecida en la infancia, cuando su agresora es una mujer, tiene el doble trabajo de desmontar los prejuicios estereotípicos mencionados, es decir, cómo una mamá va a hacer eso, cómo la monjita va a atacarme. Muchas veces creen que es una fantasía y les cuesta hacerle el espacio a esta cruda realidad. 

¿Cómo talla en estos casos el patriarcado?

Esta forma de  violencia sexual contra los niños evidencia un comportamiento perverso del adulto sostenido en  estructuras culturales y sociales basadas en la naturalización de  violencia hacia la infancia. La violencia sexual en la infancia, tanto si la ejercen hombres o mujeres viene del más próximo, aquel quien tiene a su cargo el cuidado del niño y su protección. Los elementos que se entrelazan en general son: cuidado, protección  y violencia. El niño o la niña puesto como objeto de goce del otro, sin límites, sin freno. 

Todavía no se conoce el alcance de la violencia inusitada en ámbitos eclesiásticos en todo el mundo. Hay comisiones de la verdad pero todavía falta hacerlo en Argentina. Allí tendremos más víctimas que todavía no han logrado denunciar”.Sonia Almada — Psicoanalista

El abuso sexual ha tomado múltiples matices, cada vez más cruentos: desde pornografía, la explotación sexual comercial, hasta la promoción del consumo a través de la erotización de los cuerpos infantiles. Los cuerpos infantiles  se presentan en el mercado como  objetos para consumir y eso es el patriarcado, invitando a transgredir, a consumir sin coto.  

Este tipo de consumo es más frecuentado por varones. Los casos de pederastia en mujeres se dan en ámbitos de orden íntimo, la casa, el ámbito clerical donde ocurre y mucho.

Siempre repito que el primer eslabón donde pega el patriarcado es en la infancia y por ello no es extraño conocer que son los niños y niñas las personas que soportan una de las peores formas de  violencia. El lugar objetal que todavía tiene la infancia, hace que se haga con ellos cualquier cosa y son pocos los frenos sociales  a esta problemática,

En 4 de los 6 casos relevados de religiosas pederastas, las víctimas son exclusivamente mujeres, ¿a qué crees que se debe?

A que el mayor porcentaje de víctimas de violencia sexual en la infancia son mujeres. Según ONU 1 de 5 mujeres y 1 de cada 13 varones fue víctima en la infancia. Las mujeres a medida que crecemos y después de los siete años estamos más expuestas a la violencia machista, especialmente a la sexual. El lugar objetal  que se nos asigna al nacer hace que quedemos expuestas como objeto de goce para el otro. Todavía no se conoce el alcance de la violencia inusitada en ámbitos eclesiásticos en todo el mundo. Hay algunas comisiones de la verdad como en Canadá, en Bélgica y Francia, falta hacerlo en Argentina, y creo que allí tendremos más víctimas varones que todavía no han logrado denunciar por lo menos de manera pública.

¿Es posible recuperar a los curas o monjas pedófilos, como confía la Iglesia cuando los manda un tiempo a “las cárceles de la Iglesia”?

La pedofilia o trastorno pedófilo se clasifica como una parafilia que consiste en la excitación o el placer sexual derivado de fantasías o actividades sexuales con niños y niñas. En general se utilizan indistintamente los términos “pedófilo” y “pederasta” pero, aunque estos conceptos están estrechamente vinculados, no son sinónimos. 

El pederasta es aquel que pasa al acto y agrede sexualmente al niño, niña o adolescente. La dimensión es ética. A sabiendas del daño que provocará, muchas veces irreparable,  el o la pederasta busca su satisfacción sexual que siempre está basada en la desigualdad de poder.

Hasta el momento no se conoce tratamiento ni intervención posible para cambiar el deseo pedófilo, es decir que un adulto deje de desear sexualmente a los  niños y los  mecanismos utilizados para agredirlos son  los mismos, tanto en hombres como mujeres: seducción, disuasión, coerción y amenaza.

MAA/MG

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