ARGENTINA
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La parte acusadora recordó a los jueces el peligro de fuga, lo irreversible de la sentencia y su personalidad particular.
@La acusación contra Julio César Grassi recorrió varios frentes: su peligrosidad en caso de permanecer en libertad, lo “irreversible” de su sentencia, el peligro de “fuga inminente” y sus antecedentes, la transparencia que –a pesar de las maniobras de “un operador judicial”– tuvo el proceso de la causa. Los argumentos para pedir que el sacerdote fuera privado de su libertad fueron aportados por los abogados de la querella Sergio Piris y Juan Pablo Gallego y el fiscal Alejandro Varela, quienes al aportarlos recorrieron, al recordar obstáculos y definir al condenado Grassi, los años de tramitación que lleva la causa.
Piris, querellante en nombre de “Gabriel”, nombre ficticio del joven por cuyo abuso el sacerdote fue condenado, denunció que Grassi gozaba de “impunidad” y había obtenido el beneficio de la libertad vigilada gracias a la presión de “sectores de la Iglesia”, “amigos empresarios” y la actuación de un “operador judicial”. El querellante también señaló que, durante todas las instancias judiciales, el acusado finalmente condenado había visto respetadas sus garantías, incluyendo el principio de inocencia. Luego el fiscal Varela señalaría que las pruebas, la condena y sus sucesivas confirmaciones habían destruido esa presunción. “La gente se pregunta por qué Grassi está en libertad. Yo la respuesta no la tengo. La respuesta la tienen que dar ustedes, señores jueces. Grassi se manejó con impunidad.” Como sucedería luego durante el alegato de la defensa, Piris mencionó al papa Francisco. El pontífice, dijo, sostiene que “todos los pedófilos, como es Julio César Grassi, tienen que estar en su lugar: la cárcel”. Sin embargo, el cura gozaba de privilegios “de un actor de cine”.
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