SANTIAGO (CHILE)
Ciper
Karadima: the history of his abuse of priests and seminarians
May 23, 2018
By Mónica González, Juan Andrés Guzmán y Gustavo Villarrubia
Full text of Chapter VI of the book Los secretos del imperio de Karadima (The Secrets of the Karadima Empire)
A propósito de la invitación extendida por el Papa Francisco a tres sacerdotes que sufrieron los abusos de Fernando Karadima en la parroquia de El Bosque, CIPER reproduce el capítulo VI del libro “Los secretos del imperio de Karadima” (editado por CIPER en alianza con la UDP y Catalonia). El capítulo, titulado “La iglesia de Karadima”, cuenta en detalle cómo el ex párroco aprovechó su condición de guía espiritual para manipular a decenas de sacerdotes y seminaristas. Además de los abusos sexuales a los que sometió a aspirantes al sacerdocio, Karadima utilizó a los miembros de la Pía Unión Sacerdotal para extender sus tentáculos hasta el seminario, promovió el nombramiento de sus leales en diversos puestos de poder, desprestigió a sus críticos y pulverizó -mediante verdaderos linchamientos de imagen en juicios secretos- a aquellos que se apartaban de su influencia.
LA IGLESIA DE KARADIMA
La primera semana de julio de 2011, Juan Carlos Cruz recibió un email de su abogado Juan Pablo Hermosilla en el que le anunciaba que el 18 de ese mes tenía que estar en Santiago. El motivo: carearse con Fernando Karadima. Juan Carlos sintió vértigo. El momento por el que tanto había batallado estaba al alcance de la mano. Se imaginó al cura en el tribunal, acusado, solo. Se imaginó diciéndole «aquí estoy, no me destruiste, cura de mierda», y tantas cosas más que había planeado desde que en agosto de 2009 lo denunció ante la justicia eclesiástica, e incluso desde antes, tal vez desde las mismas noches en que Karadima lo forzaba a besarlo y Juan Carlos se sentía indefenso, atemorizado y se aferraba a la idea de que algo pasara, de que alguien interviniera para que eso se acabara de una vez.
Desde que se inició el juicio civil, Karadima se había negado terminantemente a ese careo diciéndole al fiscal Xavier Armendáriz que su salud no le permitía enfrentar a los denunciantes a quienes, sin embargo, perdonaba. Su abogado, Luis Ortiz Quiroga, en un escrito al tribunal, argumentó además que el sacerdote había sido demasiado maltratado por una prensa sesgada que «ha logrado hacer trizas el prestigio y reputación de un sacerdote que ha dado su vida por la Iglesia». Exponerlo a un careo, aseguraba Luis Ortiz ante el primer juez del caso, Leonardo Valdivieso, «constituye una oportunidad inmejorable para transformar una diligencia judicial reservada en una actuación de carácter público y noticioso, ajena al control del tribunal y sometida a presiones propias de una noticia. El tratamiento público de la diligencia solo ocasionará la humillación de nuestro representado». El juez acogió ese planteamiento en noviembre de 2010 y acto seguido, sorpresivamente, cerró la investigación sin acceder al careo, argumentando que «ya se encontraba extinguida la responsabilidad penal del sacerdote».
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