ARGENTINA/PARAGUAY
La Nacion
[Pope Francis and Clergy Sexual Abuse in Argentina – BishopAccountability.org]
[At least five Argentine priests accused of sexual abuse were hidden in Paraguayan territory covered by the local Catholic Church while being sought by Argentina Justice.]
Al menos cinco sacerdotes argentinos denunciados por abuso sexual estuvieron escondidos en territorio paraguayo, amparados por la Iglesia local y con una llamativa actitud del Poder Judicial, mientras eran buscados por la Justicia argentina. Hasta hace poco, uno de ellos seguía ejerciendo y otro continúa normalmente con cargos eclesiásticos.
El equipo de La Nación Investiga presenta desde hoy una serie de publicaciones que mostrarán el “sistema del silencio” de la Iglesia frente a los abusos sexuales cometidos por clérigos.
CAPITULO I: LA HISTORIA DE CARLOS IBÁÑEZ
Desde 1992, Paraguay cobijó al sacerdote argentino Carlos Ibáñez, investigado por denuncias de abuso sexual de al menos 10 jóvenes en Bell Ville, provincia de Córdoba, Argentina, a principios de los ’90. Estando suspendido por el obispado cordobés, Ibáñez igual ejerció sus funciones como sacerdote, oficiando misas, trabajando con jóvenes y paseándose por varias comunidades religiosas en nuestro país, hasta hace apenas unas semanas. Con la carta eclesial como respaldo, Ibáñez se metió de lleno al mundo académico, donde logró un status importante, pero que esconde otra trama: gran parte de los títulos que presenta son falsos.
LA HISTORIA DE CARLOS IBÁÑEZ
Corrían los años 1991 y 1992 cuando las vidas de al menos diez adolescentes argentinos cambiaron para siempre. Todos ellos eran pobladores de la tranquila ciudad de Bell Ville, un sitio anclado en la provincia de Córdoba. Por ese entonces, conocieron al sacerdote Carlos Richard Ibáñez Morino, un diocesano que llegó a la ciudad poco antes para ocuparse de la iglesia Virgen de Fátima.
Según la denuncia oficial a la que tuvo acceso el equipo de La Nación Investiga, una tarde del mes de diciembre de 1991, Tomás y Carlitos (utilizamos nombres ficticios para resguardar la identidad de los denunciantes reales) conversaban en las inmediaciones del predio del ferrocarril de Bell Ville, cuando se acercó a ellos el padre Carlos y los invitó a acompañarlo a un dispensario.
Entonces subieron al Fiat 147, color blanco –que el padre Carlos usaba para movilizarse en la ciudad– hasta llegar al lugar de destino: un consultorio llamado “Juan XXIII”, ubicado sobre la calle Echeverría Nº 102. Allí, en las habitaciones del local, ambos adolescentes tuvieron un encuentro sexual con el sacerdote. La paga para ambos fue de 550.000 australes, moneda que en ese entonces se utilizaba en Argentina.
Este relato forma parte de la denuncia presentada ante el Juzgado de Bell Ville. Si bien fue el principio, no tardarían en aparecer otros casos similares, engrosando la carpeta de denuncias en contra del sacerdote, y en la medida que transcurría el tiempo, la bomba seguiría creciendo. Para mediados de 1992, resultó imposible detener el escándalo y estalló ante la conservadora sociedad de esta ciudad cordobesa, con un total de 10 denunciantes, todos por abuso sexual contra el cura Ibáñez. Cuando la Justicia local intervino, ya era tarde. Gracias a algunas ayudas extras que habrían surgido desde el seno de la Iglesia, Carlos Ibáñez pudo huir de Bell Ville y se refugió en otro país: Paraguay. Aquí llegó a oficiar misas, casamientos, bautismos y se hizo docente de varias universidades.
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