ROMA
Milenio (Mexico)
ROBERTA GARZA
07/01/14
A partir de mañana, bajo la conducción del ornamental Velasio de Paolis, se llevará a cabo el largamente esperado capítulo general extraordinario de la Legión de Cristo. Allí deberán redactarse las nuevas constituciones y darse la elección del futuro director general, puesto vacante desde que a Álvaro Corcuera, sucesor de Maciel desde su retiro forzado a inicios del 2005, le fuera diagnosticado un tumor cerebral hace cerca de un año.
No puede esperarse demasiado. La mayoría de los 65 delegados legionarios son quienes siempre le fueron fieles a Maciel, a pesar de conocer sus trapacerías. La precisión no es especulativa: en la deposición del juicio que los herederos de Gabrielle Mee tienen en Connecticut contra la Legión por haber copado los últimos años —y con ellos la herencia— de la señora, bajo juramento, altos directivos de la orden afirmaron saber de la “doble vida” del fundador desde el 2006 —aunque desde 2005 el Vaticano lo investigara abiertamente; por algo se relevó entonces al antes inamovible director y fundador—, sin mencionar las décadas anteriores cuando ya se hablaba de los muchos dolores físicos que el pobrecito santo debía paliar con morfina, de sus desapariciones recurrentes que se explicaban con misiones místicas y remotas para salvar almas y de las infames llamadas a la enfermería. Maciel murió a principios de 2008, pero no fue hasta tres o cuatro años después cuando fue reconocido su pecado por la Legión, que hasta entonces siguió ordenándole a sus seguidores estudiar sus textos con fervor, rezarle al fundador como si fuera santo y llamarlo “nuestro padre”. Dicho de otra manera, la mayoría de quienes decidirán a partir de mañana el futuro de la orden lo sabían todo, cuando menos desde 2006, y cada uno de ellos decidió seguir mintiendo.
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