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“Juro por Dios que no hice nada”. Poco después de esas palabras, el sacerdote Grassi desapareció hasta que se presentó en los tribunales de Morón, poco tiempo después. “Sigo el consejo de mi abogado”, dijo. Fue encerrado en una celda donde se alojan a policías. Fueron 28 días de arresto. Hasta que la Justicia determinó que podía quedar en libertad. Pasaron once años. La situación, hasta hoy, se mantiene de la misma manera.
El caso Grassi tuvo persecución a testigos. Gabriel, uno de ellos, fue amenazado con armas y hasta ingresaron a su casa para intentar cortarle un dedo.
En 2008, Grassi mantuvo su discurso: “Sé que la causa fue armada por Telenoche investiga. Hay pruebas plantadas y eso lo voy a demostrar en el juicio”. Poco después, llegó la condena a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción a menores.
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