Curas mendocinos: el modus operandi de la impunidad en una historia de abusos, censuras y torturas
Los repugnantes casos de Nicolás Corradi y Horacio Corbacho son parte de una historia de abusos en la Iglesia mendocina.
por Enrique Jasid, abogado del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos
laizquierdadioario.com
30 de noviembre de 2016
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Luego de décadas de encubrimiento por parte del poder eclesiástico y estatal, las víctimas de los curas abusadores se animaron a denunciar lo ocurrido.
En el Instituto Antonio Próvolo de Luján de Cuyo, los curas Nicolas Corradi y Horacio Corbacho abusaban de los alumnos hipoacúsicos.
Corradi llegó a la argentina en los años 80´, huyendo de denuncias de abuso cometidas durante casi 30 años en Italia. Corbacho fue ordenado como sacerdote en la “Compañía María para la Educación de los Sordomudos”. Estos curas también ya habían sido denunciados anteriormente por hechos sucedidos en Mendoza hace años.
El modus operandi para encubrir semejante atrocidad es común en la Iglesia Católica que tiene denuncias en todo el mundo por abusos y violaciones, principalmente de menores.
Esta impunidad es producto de una larga cadena de responsabilidades que incluyen a las jerarquías de la Iglesia Católica, al Arzobispado, el gobierno provincial, la Dirección General de Escuelas y el Ministerio de Desarrollo Soical, organismos del estado provincial que estaban a cargo del Instituto.
De Mendoza a Paraguay
Así como Corradi escapó de Europa en medio de un mar de denuncias, semanas atrás Amnistía Internacional otorgó el premio a la labor periodística del año a miembros del diario La Nación de Paraguay por la investigación realizada sobre curas pedófilos.
Allí se retrata el caso de dos mendocinos. Raúl del Castillo, miembro de la congregación salesiana, y director del Colegio Don Bosco fue denunciado por abuso de un joven de 14 años. Luego se refugia en Paraguay, donde continúa dando misa.
Carlos Urrutigoity está denunciado por múltiples abusos. Debió renunciar a su cargo en Estados Unidos, donde se radicaron denuncias varias, y refugiarse también en Paraguay. En el país vecino obtuvo el asilo de Walter Jara, otro cura mendocino que había partido tiempo antes. De allí también tuvo que huir acorralado por denuncias y actualmente milita en las filas del Verbo Encarnado en San Rafael, Mendoza.
Otros casos de abusos e impunidad
Jorge Luis Morello, fue denunciado por el abuso de Iván González durante cuatro años en una parroquia de San Martín. Se amparó en el derecho canónico para evitar el procedimiento penal local y lograr impunidad. Recibió una amonestación canónica como única “condena”.
Alejandro Squizziatto, otro cura que fue acusado en 2014 de haber abusado a un menor en Guaymallén.
José Francisco Armendáriz, párroco de Palmira, dejó embarazada a una menor. El cura lo negó, pero los resultados de histocompatibilidad dieron positivo en 99,9%, el cual fue realizado por orden judicial luego que Armendáriz se negara. Fue trasladado por la Iglesia para protegerlo.
Algunos de estos casos, entre los que se incluye a Corradi, habían sido denunciados en 2015 por la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico en Washington.
El mismo modus operandi para los curas que participaron del genocidio
Uno de los casos más emblemáticos es el del Cura Franco Revérberi, quien oficiaba en San Rafael. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de esa localidad lo denunció por haber participado de las torturas cometidas en la Casa Departamental de San Rafael durante la dictadura militar. Los tribunales federales ordenaron su detención, pero rápidamente se profugó a Italia, de donde viene Corradi.
La justicia italiana se niega a cumplir el pedido de extradición que recae sobre Revérberi. El cura represor vive en una Iglesia de Parma, donde continúa realizando confesiones y dando misa.
Jorge Antonio Álvarez Domínguez, vocero del obispado de San Rafael y ex capellán militar durante la dictadura, lo defendió y afirmó que en la argentina hubo “auto-desaparecidos”.
Censura y persecución, otro emblema de la iglesia mendocina
En 2011, frente al Festival del Chivo en Malargue, fue censurado por el Verbo Encarnado el grupo cómico Luthiereces. El párroco Jorge Gómez declaró “sí, los censuré” en una confesión bañada de impunidad. Y continúo “. Uno como sacerdote tiene que alentar mil cosas y censurar mil otras, como Jesús, él alentó mil cosas y censuró mil otras. Me parece que lo más lindo que le puedo dar a Malargüe ya la Argentina es censurar las cosas malas y alentar lo otro”.
Referido al mismo hecho delineó la relación entre encubrimiento de los curas abusadores y sus métodos de censura: "Violar la fe es 10 mil veces más grave que violar menores o una hija"; "La violación de la fe es peor que un delito, si una sociedad empieza a reírse de la fe, esa sociedad ya está destruida".
En el pasado mes de agosto, la censura la sufrió una capacitación en “Derechos Humanos, género y diversidad sexual”. El sacerdote Fabricio Porta se expresó mediante las redes sociales llamando a las “familias cristianas” a rechazar “este tipo de políticas” que son “tendientes a minar la moral y las buenas costumbres de nuestro pueblo”.
Subsidios millonarios
Pasan los años y las denuncias por abusos, violaciones, represión, persecución y tortura siguen creciendo contra los funcionarios de la Iglesia Católica. De la Santa Inquisición, el genocidio sobre los pueblos originarios americanos, y su rol con cada dictadura del S. XX son la expresión cabal del rol histórico de esta institución.
Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco, por nombrar los últimos tres Papas, han mantenido lo esencial de esta estructura de poder e impunidad.
Sin embargo, los subsidios millonarios continúan creciendo. Sólo en Mendoza el presupuesto para el 2017 destinado a la educación religiosa aumentó un 67%, llegando a la exorbitante cifra de $2300 millones, lo mismo que se destina para tres de los principales hospitales públicos de la provincia.
Mientras tanto, las cúpulas eclesiásticas son férreas militantes contra derechos elementales como el matrimonio igualitario y la interrupción voluntaria del embarazo.
Los grandilocuentes sueldos de curas como Corradi los pagamos todos con nuestros impuestos a la vez que el gobierno dice que no hay plata para construir refugios para las mujeres víctimas de violencia machista.
De allí se alimentan grupos ultra reaccionarios como el Opus Dei, que preside también la facultad de Filosofía de la UNCuyo a través del decano Cueto, y el Verbo Encarnado.
Como afirma la senadora del FIT Noelia Barbeito, es necesario retomar lo que dijeran los comuneros de París hace 145 años, que mantiene completa actualidad: separación inmediata de la Iglesia del Estado. Basta de subsidios. Basta de impunidad.
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