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El Papa acorrala al arzobispo

By José Manuel Vidal
El Mundo
November 19, 2014

http://www.elmundo.es/espana/2014/11/19/546bb48be2704e13568b457c.html

El arzobispo Javier Martínez, antes de oficiar una misa en la catedral de Granada

[The pope corners the archbishop.]

Estaba convencido de que, como siempre, los trapos sucios se iban a seguir lavando en casa. Pero, esta vez, la estrategia del ocultamiento le falló al arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, y la bomba del mayor escándalo de abusos sexuales del clero en España le estalló por sorpresa: el caso de las 12 personas, 10 religiosos y dos seglares, apartadas de sus funciones tras la intervención del Papa. De todas ellas, tres son curas, sobre los que pesa la acusación de de ser los autores de los abusos. Otros siete religiosos y dos seglares serían los encubridores.

Ante la tormenta, la reacción de monseñor Martínez ha sido enrocarse y expresar victimismo. No da la cara. Ni ante los medios, a los que quiso acallar con un simple comunicado repleto de medias verdades. Ni ante los propios obispos. Ayer, sus compañeros en el episcopado, reunidos en asamblea plenaria, lo esperaban para que los informase a fondo de todo lo sucedido, sus causas y sus consecuencias, en la «reservada», una reunión totalmente secreta que mantuvieron los prelados.

Se trataba de explicarles el caso, del que ayer se supo que podría afectar a otras cuatro víctimas, aparte del joven que denunció los abusos ante el mismísimo Papa, informa Ramón Ramos. Incluso una de esas cuatro personas podría ser una mujer.

Sin embargo, monseñor Martínez ni siquiera se puso en contacto con la cúpula de la Conferencia episcopal. En Añastro, sede de la Conferencia, se hacen cruces de su actitud, conscientes de que el escándalo «afecta al arzobispo de Granada, pero salpica, y en profundidad, a toda la Iglesia española, que, hasta ahora, se había librado de esta lacra de los abusos, al menos, a gran escala».

Conservador y muy autoritario

Tremendamente conservador y muy autoritario, monseñor Martínez sólo se fía de sí mismo y del movimiento al que pertenece, Comunión y Liberación. Rodeado de sus fieles cielinos, el prelado se esconde en su palacio episcopal, preparando su estrategia con un equipo de abogados y expertos procedentes en su mayoría del movimiento fundado en Italia por Luigi Giussani.

Con dos líneas de defensa. Una hacia adentro y otra hacia afuera. En la propia institución, Martínez tiene que demostrar al Vaticano y a la Conferencia episcopal que actuó rápida y diligentemente desde el primer momento en que se enteró del caso. Y no lo tiene fácil. Primero, porque el denunciante avisó al Papa por carta de su situación por no confiar en el arzobispo. Y segundo, porque las decisiones de éste se limitaron a suspender a divinis y apartar de sus funciones a sólo tres de los imputados, dejando libres a todos los encubridores. Y sin darse prisa.

A eso se suma la mala gestión del escándalo, una vez revelado por Religion Digital, y que no haya consensuado una línea de defensa ni con los servicios jurídicos ni los expertos mediáticos del episcopado. Las presiones de los obispos han sido tan fuertes que obligaron a monseñor Martínez a viajar a Madrid a última hora de ayer para rendir cuentas.

Tanto en Madrid como en Roma se maneja como una variable probable la destitución de monseñor Martínez. Sin padrino en España, tras la jubilación de su amigo, el cardenal Rouco Varela, ni en el Vaticano, donde Comunión y Liberación pierde fuelle tras la llegada de la primavera de Francisco, el prelado andaluz podría verse abocado a presentar su renuncia. O, de no hacerlo, a que se la pidiese el Papa.

No es la primera vez que se especula con la salida de Granada de monseñor Martínez. Llegó desde Córdoba, donde se enfrentó al entonces todopoderoso canónigo Miguel Castillejo, jefe de Cajasur, y perdió. Pero, entonces, en la Iglesia estos asuntos se dirimían con el promoveatur ut amoveatur, es decir, la patada hacia arriba.

La Iglesia sólo trasladó el problema. Y, en Granada, él dividió a la diócesis, se volcó sólo con sus correligionarios de Comunión y Liberación, se enemistó con los jesuitas y comenzó una campaña de fortísimas inversiones. Sus propios curas se rebelaron y pidieron al Nuncio que lo retirase de Granada y hasta se sentó en el banquillo, acusado por un canónigo de «abuso de autoridad».

Así, Martínez tiene todas las papeletas para que el Papa, intransigente con los abusos y con el despilfarro, termine echándolo, como ha hecho con el paraguayo monseñor Livieres o con el alemán Tebartz-van Elst.

Acorralado por dentro y por fuera y sin apoyos, monseñor Martínez comenta a sus íntimos que «está pasando el cáliz amargo», pero que «después del Viernes Santo siempre viene el Domingo de Pascua». Y acusa a los medios de tergiversar y ponerle en la diana por «defender la doctrina». Y, como Cristo en el Huerto de los Olivos, repite aquello de «aparta de mí este cáliz». Le falta acabar la frase: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

'Buenas tardes, hijo, soy el padre Jorge'

Ésta es la reconstrucción que hace Religión Digital de la llamada del Papa a la víctima. Domingo, 10 de agosto. 17.23 horas. Daniel (nombre ficticio) conduce su coche. A sus veintipocos años, está pasando un calvario. Víctima de brutales abusos sexuales por parte de varios sacerdotes en su adolescencia, tras años de silencio, denunció su caso al Papa en una carta de más de cinco folios. El semáforo se pone en rojo y suena su móvil. En la pantalla sólo aparece "número desconocido". "¿Quién es?", pregunta Daniel. "¿Hablo con el señor Daniel?", responde, al otro lado del teléfono, una voz extrañamente conocida. "Sí, soy yo. ¿Quién llama?". "Buenas tardes, hijo, soy el padre Jorge". "Perdón, se ha debido de equivocar. No conozco a ningún padre Jorge". "Bueno, el Papa Francisco". Durante varios segundos, Daniel no acierta a articular sonido alguno. Al otro lado, su interlocutor cree que ha colgado. "¿Sigues ahí? Hijo, he leído tu carta varias veces. Me he emocionado y siento un dolor inmenso al leer tu relato. Quiero pedirte perdón en nombre de toda la Iglesia. Perdona este gravísimo pecado y gravísimo delito que has sufrido. Perdona, hijo mío, tanto dolor y tanto como habrás sufrido. Estas heridas hacen que la Iglesia se resienta al completo. Cuentas con todo mi apoyo, hijo mío, y el apoyo de toda la Iglesia. Yo tengo próximo el viaje a Corea, pero ya hay gente trabajando para que todo esto se pueda resolver. Doy gracias a Dios porque conserves la fe y continúes en la Iglesia. Reza por mí, hijo mío, igual que yo lo haré, sin duda, por ti, tu familia y el resto de víctimas de este grave delito cometido por sacerdotes. Te mando mi bendición y el apoyo de la Iglesia al completo. Un fuerte abrazo, hijo".

 




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