| LA Historia Del Caso Contra John O'Reilly
By Esteban Gonzalez Y Andres Munoz
LA Tercera
September 1, 2013
http://diario.latercera.com/2013/08/31/01/contenido/reportajes/25-145259-9-la-historia-del-caso-contra-john-oreilly.shtml
A mediados de 2010, la madre de las supuestas víctimas del sacerdote se reunió con él y le pidió que se alejara de sus hijas. A mediados de 2012, la niña tuvo cambios de conducta y señaló al sacerdote como su atacante, pero ahora la justicia ha puestro en duda la “objetividad” de la investigación.
Yo iba al colegio los miércoles y viernes, desde hace 20 años, aproximadamente. Y mi trabajo ahí consistía, con las niñas a partir de 3º básico a 4º medio, (en) confesiones y atender sus consultas. Con los niños de 3º básico especialmente yo hacía el trabajo de la catequesis para la Primera Comunión, las charlas, las preparaciones para ello, las confesiones y las misas. (...) El procedimiento era que la alumna pedía permiso a su profesora y le daba un papel y le daba permiso por escrito, o con las más grandes, de 3º o 4º medio era un poco más flexible, es decir, era sin papel, ya que las alumnas más grandes se supone que son más responsables”.
Con estas palabras, el sacerdote John O’Reilly (66), irlandés de nacimiento, pero nacionalizado chileno por gracia el 2008, explicó a la justicia -en enero- su labor en el Colegio Cumbres por más de una década, como parte de la congregación Legionarios de Cristo. Una labor que fue abruptamente suspendida hace 14 meses, el miércoles 25 de julio de 2012, luego de que él mismo presentara al Ministerio Público el relato de una menor de seis años que lo sindicaba como posible autor de ataques en su contra. Desde ese día, O’Reilly acordó con el colegio suspender todas sus actividades pastorales en el recinto.
“Que sea lo que Dios quiera”, respondió a la prensa este martes 28, antes de ingresar a la audiencia en el Cuarto Juzgado de Garantía, donde fue formalizado por el delito de abuso sexual en contra de dos menores. Durante la diligencia, los fiscales Lorena Parra y Matías Moya detallaron los supuestos ataques a dos hermanas, de iniciales C.H.M. y J.H.M., mostraron los videos de sus testimonios y leyeron las declaraciones de testigos. A su turno, el abogado querellante contratado por los padres de las niñas, José Ignacio Escobar, apoyó la acusación y presentó un informe sicológico del sacerdote que plantea “serias reservas” para que continúe en trato directo con menores. Los tres pidieron la prisión preventiva.
Acto seguido, el abogado del clérigo, Luis Hermosilla, refutó una a una las acusaciones. Señaló que los testimonios habían sido inducidos y criticó a la fiscalía por “construir una realidad”. Dijo que su cliente es inocente y rechazó la solicitud de que espere el desarrollo de la investigación detenido, pues no hay antecedentes que lo ameriten.
Tras ocho horas de audiencia, la jueza Andrea Díaz-Muñoz se pronunció negando la prisión preventiva y acogiendo los reclamos de Hermosilla: “No está justificada la ocurrencia de abuso sexual”, dijo.
Pasadas las 20 horas, O’Reilly se fue a la casa de la congregación en calle Piedra Roja, Las Condes, donde reside junto a otros sacerdotes. Según sus cercanos, cenó y participó en una misa antes de acostarse.
Por su parte, la familia que lo acusa -que prefirió no asistir a la audiencia- lamentó la decisión de la jueza y su abogado anunció que apelarán ante la Corte de Apelaciones, para insistir en la prisión preventiva.
Tras la formalización, la fiscalía tiene un plazo de 120 días para indagar la denuncia.
Según relata la madre en el expediente, a fines de 2010, su hija J.H.M. -que entonces tenía cuatro años- comenzó a tener “notorios cambios de actitud” y conductas agresivas. “Durante esa semana, la profesora jefe de J. me dijo a la hora en que yo iba a buscar a mi hija al colegio, que en tres días seguidos ella llegó tarde a clases, porque estaba en misa con el padre John”, declaró al fiscal, el 27 de julio de 2012.
“Yo ya había manifestado durante todo ese 2010 que no quería que a J. la sacaran para llevarla a las misas, porque era habitual que el padre la retirara de clases a las 9 de la mañana para llevarla a misa o darle dulces. Incluso, las otras mamás me llamaron para comentarme esto, en cuanto vieron que el padre John continuamente estaba con J. fuera de su sala de clases. A mí todo esto me llamaba mucho la atención”, agregó.
La madre aseguró que ese mismo día fue a hablar con el sacerdote Juan Luis Cendejas, capellán de la sección masculina del Cumbres, y le planteó sus aprensiones: “Le pedí su consejo. (...) Me dijo que (...) no llevara más a mi hija a clases. Me dijo, ‘aléjela del padre John, no la arriesgue’”. Sin embargo, Cendejas dio otra versión ante el fiscal: “Yo nunca había dudado del padre John, (...) esa no era la razón por la que le dije que la alejara, sino que era para que ella se quedara más tranquila”.
La madre de la niña también se reunió con José Cárdenas, superior de la congregación en Chile. Le relató los hechos y pidió una reunión con O’Reilly, quien la recibió el 1 de diciembre de 2010. “Tuve una reunión con el padre John (...). Le expliqué la situación, que no quería que sacara a mi hija de clases ni que la esperara en la reja, y de mi conversación con el padre Cárdenas. El padre John me dice que se reunió con el padre Cárdenas y que me encontraba razón y que dado que los tiempos habían cambiado, él debía cuidarse”.
La menor fue atendida por una sicóloga, Marisol Sagredo, quien la evaluó, pero estimó que no había signos de abuso. Al ser citada a declarar, Sagredo confirmó su conclusión, pero agregó que “pude establecer que existían factores de riesgo en la relación de ambos”.
Según el padre, el matrimonio evaluó cambiar a sus hijos de colegio.
En 2011, los malos comportamientos de J. regresaron, pero la familia los atribuyó a que su mejor amiga se había ido a México.
En junio de 2012, apunta el relato de la madre, la profesora de J. “me cuenta que mi hija le había dado patadas a dos niñitas y que el día anterior había llegado tarde a clases porque estaba con el padre John”. La mujer -según su declaración- llegó a su casa y conversó con las empleadas que cuidan a los niños, quienes le dijeron que la menor había relatado un abuso de parte de O’Reilly.
Luego de eso, acudió al colegio para informar a las autoridades y llevó a la niña a la sicóloga Ana Chevarría, para que la evaluara. Un mes después, Chevarría concluyó: “J. está viviendo una situación de vulneración de derechos (abuso sexual) que obliga a tomar medidas de protección que garanticen y favorezcan su bienestar integral”.
Los padres enviaron el informe al colegio. “No teníamos ni siquiera pensado hacer una denuncia, nuestra única preocupación era la seguridad de nuestros hijos”, señala el padre en su testimonio.
En paralelo, O’Reilly se enteró del documento y analizó la situación junto a su abogado y los directivos del colegio. El 24 de julio de 2012 remitió el informe al Ministerio Público, como parte de su estrategia jurídica.
Al día siguiente, el caso estalló públicamente, la familia se querelló y O’Reilly suspendió su actividad en el Cumbres. Ese día se inició la investigación en contra del sacerdote, quien en sus primeras declaraciones a la prensa dijo estar “devastado y ser inocente”.
Las primeras diligencias estuvieron centradas en recoger los testimonios de la familia, apoderados y funcionarios del colegio. En noviembre pasado, la madre declaró que su hija mayor C., de 11 años, también le confesó haber sido víctima de abusos. El fiscal interrogó a las dos menores y ordenó al Centro de Atención a Víctimas de Atentados Sexuales (Cavas) de la PDI realizar los análisis de credibilidad del relato de las niñas.
Hermosilla -tras cuestionar a la fiscalía por negarse a interrogar a su defendido- solicitó al juzgado de garantía que ordenara esta diligencia. El 17 de diciembre de 2012, O’Reilly compareció en una audiencia pública: “Niego total y absolutamente esta acusación, creo que es una calumnia”.
El sacerdote negó las acusaciones, especialmente el haber sacado de clases a la menor J., a quien recordó como acólita. Sobre C., dijo no tener mayores recuerdos.
También señaló que nunca estaba solo con las niñas, que las oficinas poseen ventanales y que siempre se ve hacia su interior.
En enero, la defensa pidió que se le tomara declaración al experto en sicología del testimonio, el alemán Günter Hermann Köhnken. Este revisó la carpeta de investigación y concluyó que los testimonios no son creíbles y que fueron influenciados por las sospechas de la madre contra el sacerdote, las que comenzaron el 2006. La parte querellante refuta estas conclusiones, pues el sicólogo sólo revisó el expediente y no entrevistó a las niñas.
El 7 de mayo pasado, O’Reilly declaró por segunda oportunidad: “Yo nunca, nunca he estado solo con la niña pequeña, J., y jamás la he mirado con una mirada lasciva o impura, y mucho menos la he tocado o he hecho ningún otro acto indebido. Ni con ella ni con ninguna persona. (...) Yo no recordaba haber enviado a buscar a J., pero en una conversación posterior a que se inicie el proceso, que tuve con Susan (Bravo, secretaria), ella me recordó que una vez había mandado a buscar a J. junto con otras niñitas, las que habían solicitado que yo pudiera hablar con ellas, saludarlas. Las secretarias tenían dulces en su escritorios, específicamente frugelés, que les daban las niñitas. Yo no les daba frugelés, ni siquiera tenía. Y el encuentro, al que me he referido, con estas niñitas fue en el espacio grande frente a las secretarias donde hay unos sillones, no fue que entraran a las oficinas”.
Al ser interrogadas, las secretarias Susan Bravo e Ingrid Haase confirmaron que O’Reilly pedía sacar de clases a algunas niñas, pero que los encuentros eran en la administración, frente a ellas.
La última semana de junio fue determinante. El Cavas emitió dos informes: concluyó que el testimonio de J. “cuenta con criterios que apuntan a la credibilidad del mismo”, y desestimó que los contenidos hayan sido “inoculados por terceros”. Detalló que la menor relató los hechos en la cuarta sesión.
En el caso de C., la conclusión fue que el relato “no es susceptible de ser analizado”. Se realizaron tres sesiones.
El 24 de julio, la fiscalía pidió audiencia para formalizar a O’Reilly por abusos reiterados en contra de las hermanas C. (entre 2007 y 2009) y J. (entre 2010 y 2012).
El martes 28, la formalización se llevó a cabo. Los fiscales y Escobar dieron cuenta de los relatos de las menores, reforzando que había testigos que aseguraban que él solía sacar a niñas de clases. Incluso, se presentó el testimonio de una ex alumna, como testigo protegido, que dijo que en 1995 ella había sido víctima de una conducta abusiva de O’Reilly.
Por su parte, Hermosilla apuntó a que los testimonios eran forzados, que había testigos a favor del sacerdote y que la fiscalía había hecho una investigación parcial. También cuestionó los informes sicológicos.
La jueza Díaz-Muñoz acogió todos los argumentos de la defensa para rechazar la prisión preventiva (solicitud de que el imputado espere detenido el desarrollo de la investigación). En su resolución, la magistrada dijo “que las denuncias debían contextualizarse en el ambiente de desconfianza de la sociedad hacia los sacerdotes”. Ella desestimó los informes del Cavas y de Chevarría, además de concluir que los relatos de las niñas han sido influenciados y pedir a la fiscalía investigar los hechos “con mayor objetividad”.
Frente a su decisión, la fiscalía y la familia querellante decidieron apelar. El próximo capítulo se escribe en la Corte de Apelaciones.
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