By Gerardo Hernandez
Milenio
February 16, 2009
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El padre Maciel construyo su propio infierno, y de estar a un paso de los altares paso, para infinidad de personas, a la condenacion eterna.
Que un politico de izquierda o derecha resulte corrupto a nadie extrana. Incluso se les absuelve a priori:
“No importa que roben, siempre y cuando hagan obras”.
Y hacer obras, justamente, es lo que aconsejaba don Porfirio al gobernador, compadre suyo, que en un ano de ejercicio no apreciaba mejoria en sus alforjas.
A los gobernantes se les confia la seguridad, el patrimonio, las arcas de una ciudad, un estado, un pais. No es poco peso el que cargan, pero tampoco gratuito el flete. Y si aparte esquilman, no importa, que el de atras pague.
Hoy una parte del mundo catolico contempla estupefacto y con rubor los nuevos hallazgos sobre la vida oculta del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y del movimiento laico Regnum Christi, que la prensa ha difundido ya con fruicion y profusion.
La respuesta mayoritaria, en otros circulos, ha sido de censura en el mejor de los casos.
Y con razon, pues si al politico se le presume venal, a los guias espirituales santos, cuando en realidad son tambien hombres, simples mortales.
Pero aun asi se espera de ellos perfeccion, por haberse consagrado a Dios.
El padre Maciel construyo su propio infierno, y de estar a un paso de los altares paso, para infinidad de personas, a la condenacion eterna.
Pues no solo falto a la verdad y a sus votos, tambien pudo haber olvidado una de las sentencias capitales de Cristo:
“Todo lo que hagais a uno de estos mis hermanos mas pequenos, a mi me lo haceis” (Mateo 25,25).
Ahi esta la raiz del desconcierto, la anonadacion de los miles de seguidores de su congregacion. Con el escandalo causado por este hombre —no cualquiera, es cierto— se regodean no solo los enemigos de los Legionarios, sino tambien los de la Iglesia catolica, la cual, no muy en el fondo, es su real objetivo.
La inquina llega al extremo de descalificar todo lo que huela a religion, como principio para destruir despues el orden moral, sin el cual caeria el mundo al vacio.
La Iglesia ha cometido tambien pecados abominables, por los cuales, en su momento, Juan Pablo II y Benedicto XVI pidieron perdon a la humanidad y en particular a las culturas indigenas.
Sus anales registran, igualmente, papas que en aficiones y riqueza ruborizarian al mismo padre Maciel.
Sin embargo, una obra como la suya y la de muchos que en el creyeron y aun confian, no debe ser condenada ni sufrir menoscabo por las aberraciones de su fundador, algunas de ellas execrables.
Los Legionarios de hoy deben cargar la cruz de la ignominia con resignacion y aprender a ser verdaderamente humildes, desde las aulas donde ensenan y los seminarios donde forman sacerdotes, hasta en su manera de relacionarse con una sociedad que los percibe soberbios, fariseos.
Finalmente, la verdad los ha liberado de tanto desasosiego.
Gracias, en gran medida, a la sabiduria del papa Joseph Ratzinger con quien, sin duda, la luz de Cristo brillara mas intensamente en un mundo donde reinan las tinieblas, la confusion y el encono.
Vuelvo a Andre Malraux: “El siglo XXI sera religioso o no sera”.
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