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El Apoyo a Victimas De Abuso Del Clero LA Iglesia Catolica Ahora Reporta Los Hechos a Las Autoridades By Por Pilar Marrero La Opinion August 20, 2007 http://www.laopinion.com/primerapagina/?rkey=00000000000002163460 La religiosa Sheila McNiff es una mujer de hablar pausado que no eleva mucho la voz y tiene uno de los trabajos quizá más estresantes de la Arquidiócesis de Los Ángeles: coordina el "Ministerio de Asistencia a las Víctimas". Léase: "Víctimas de abuso sexual". Lidiar con las acusaciones de abuso sexual contra sacerdotes, maestros y otros empleados de la Iglesia se ha convertido en un trabajo a tiempo completo dentro de las diócesis y arquidiócesis del país. La de la hermana Sheila es una pequeña oficina con una gran misión: atender a las víctimas de abuso sexual de sacerdotes o personas empleadas por la Arquidiócesis de Los Ángeles, que abarca a tres condados y cuatro millones de católicos. La oficina tiene tres personas a tiempo completo y dos a medio tiempo. Su trabajo empezó casi al mismo tiempo que los entrenamientos a estudiantes, padres, empleados y clero sobre cómo identificar las señales de abuso sexual en sus iglesias, escuelas o en cualquier otro sitio. "Cuando se hacían acusaciones en el pasado, lo que se hacía era ofrecer asesoría psicológica", dijo la hermana Sheila. "En 2002 me pidieron que comenzara el departamento para la asistencia a las víctimas".
En teoría, el trabajo de la oficina que dirige McNiff es "pastoral", es decir, en buena parte dedicado a la asistencia espiritual de la víctima. Pero las realidades legales que vive la Iglesia Católica añaden una obligación diferente: si hay una acusación de abuso, no sólo hay que atender a las víctimas y tomar medidas inmediatas para evitar daños a otros menores, sino reportarlo inmediatamente a la policía. "Cuando alguien llama hacemos un trabajo pastoral, no hay preguntas de si es verdad o no, nuestra responsabilidad es expresar compasión y pedir perdón, encontrarnos con la persona donde ella desee y conversar", apuntó la hermana Sheila. Además, dijo la hermana McNiff, "se reporta inmediatamente a la policía, se realiza un reporte de sospecha de abuso infantil". Internamente, si se trata de un maestro de escuela católica se le suspende administrativamente de inmediato. Si es un sacerdote, señala la coordinadora, se pasa a la vicaría del clero para mayor investigación. A menudo, la religiosa o alguna otra persona de su oficina tiene que lidiar con la depresión, la tristeza o simplemente la rabia de personas que llaman a denunciar abuso. "He escuchado todas las palabras del diccionario, incluyendo algunas muy fuertes. Quizá porque siendo una religiosa represento en ese momento lo que a la gente no le gusta de la Iglesia", dice McNiff. "Creo que es lo justo, yo también estoy muy indignada". La hermana no comenzó ayer con este trabajo. Antes de tomar la coordinación de esta oficina, trabajó en un seminario entrenando sacerdotes sobre el mismo tema "cómo establecer límites", explica. Previamente, atendió a abusadores en un hospital psiquiátrico. "Tengo una buena idea del impacto de este crimen. Porque es un crimen, sin duda, al igual que una enfermedad", explica. "Y esa es una de las cosas que hacemos cuando la gente llama, asegurarnos que sepan que está bien llamar a las cosas por su nombre. El abuso sexual es un delito muy grave". Mientras la hermana conversa con la reportera, en la misma oficina la psicóloga Heather Banis se prepara para una entrevista que tendrá esa misma tarde con una persona que llamó para reportar un caso de abuso. "Tratamos de ayudar a la gente a sanar. Encontrarnos con ellos donde ellos estén, ofrecerles asistencia psicológica, tratamiento a largo plazo si lo requieren", señaló Banis. "Es difícil, pero al menos, uno se va a la casa pensando que hizo algo para mejorar la vida de alguien". Durante las últimas semanas, después de anunciarse que la arquidiócesis pagaría 660 millones de dólares a víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes, la oficina ha visto un aumento en el número de llamadas que reportan abuso del clero. Pero aun antes de esa nueva publicidad, los reportes seguían surgiendo. "Seríamos inocentes si pensáramos que el problema va a desaparecer", explico la hermana Sheila. "Esto es una enfermedad y hay personas que perpetrarán este abuso sin importar las precauciones que se tomen". Cada llamada se toma en serio, señala. Aún recuerda el caso, hace unos dos años, que comenzó con el reporte de un niño de primaria sobre un asistente de maestro. De inmediato, apunta McNiff, el asistente de maestro fue suspendido y las autoridades notificadas. Por su parte, personal de su oficina orientó a la dirección de la escuela a convocar a los padres y hablarles claramente de lo sucedido. Tras una tensa reunión, la policía entrevistó a cada niño, hallando otras nueve víctimas. "Fue devastador para la escuela, ya que pensaban que tenían un lugar seguro. Habían hecho todo lo posible para prevenir: huellas digitales, entrenamiento, etc.", dice. "Pero esa es parte de la enfermedad, hay una avería mental". Y es por eso que, a pesar de todas las medidas de prevención que se tomen, seguirá habiendo necesidad de atender a las nuevas víctimas. "Sabemos que hay mucho más abuso que no se reporta. Y es nuestro objetivo, educar y concientizar. Es la única manera en que podemos detener el problema. Aunque es algo inocente pensar que podremos borrarlo, esta oficina seguirá estando aquí", dijo McNiff. Los teléfonos del Ministerio de Asistencia a las Víctimas de la Arquidiócesis de Los Ángeles son 800-355-2545 ó 213-637-7650. pilar.marrero@laopinion.com |
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