Víctima del sacerdote Francisco Cartes cuenta su verdad
Marcelo Parra decidió contar lo que denomina la "etapa más negra de su vida".
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Marcelo Parra Trujillo decidió contar su verdad de cómo la inocencia de su niñez fue ultrajada en manos del sacerdote curicano Francisco Cartes, formalizado, sentenciado y condenado por dos abusos sexuales en su contra.
"Partió saludándose de beso en la mejilla conmigo y después que me corriera la cara y me besara en la boca".
Es el recuerdo de este joven de cómo comenzó la etapa más negra de su vida. El mismo sacerdote que le dio la primera comunión, el mismo que fue su profesor, su mentor cuando decidió ser su acólito, la misma persona que él admiraba fue el que terminó con su fe y terminó quitándole su inocencia una noche en su casa.
"Nos sentamos en una sala de estar y pasaron unos minutos, él recibió una llamada por teléfono y comenzaron lo que se podría determinar los abusos".
Parra recuerda que el sacerdote lo abrazó, besó, que tomó su mano y se la llevó hasta los genitales. Era solo un niño que poco entendía la gravedad de lo que ocurría.
"No había conversación entre los dos, siempre hubo un silencio, el puro ruido de la tele".
Desde ese momento su vida cambió, el silencio lo transformó en rebeldía. Sus padres se estaban separando y no confiaba en nadie ni en nada, solo intentaba alejarse del cura Francisco Cartes.
"Trataba de hacerle el quite, de llegar más tarde a misa o de no saludarlo".
Sin embargo, era imposible alejarse de él. Cartes le hacía clases de religión en el Instituto San Martín de Curicó.
Así pasó cerca de un año cuando el 2008 él con otros acólitos acompañaron al sacerdote a su casa antes de ir a una misa.
"Dentro de todo ese episodio él me dijo que lo acompañara a la pieza y que le pasara un perfume".
Marcelo recuerda que el padre estaba desnudo, que sólo cumplió las órdenes y que salió del dormitorio sin contarle nada a nadie.
"Después que llegamos yo no acolité en esa confirmación. Fue como la primera vez que yo decidí el tener la oportunidad de contárselo a mi mamá".
Pero pasaron años hasta que en el 2011 decidió contarlo todo. Se denunció al sacerdote a la Fiscalía la que lo formalizó por abusos sexuales en contra de un menor de 14 años. Comenzó un largo proceso donde el sacerdote reclamó inocencia, incluso realizando una huelga de hambre.
La Iglesia Católica lo suspendió de sus funciones sacerdotales mientras se lleva a cabo el juicio canónico en su contra.
En tanto, la justicia chilena lo condenó a cinco años de libertad vigilada que cumple en una casa en Curicó, una pena que le permite acercarse a su víctima cuando quiera.
"Eso es parte de la sentencia y de lo que hubo que asumir que lamentablemente mi abusador pase por el lado mío sin cometer ningún delito. Es algo que me deja con cierto grado de incomodidad".
Marcelo trata de hacer una vida normal, egreso del colegio el año pasado y ahora trabaja en una pastelería intentando superar lo que le tocó vivir cuando era un niño.
Revisa en extenso la entrevista realizada por el periodista Juan David Ayala.
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